Colombia en un mundo sin Dios

Entre más pobre más creyente, y es que el instinto de supervivencia nos lleva a entregarnos a cualquier creencia que nos dé, aunque sea, una pizca de esperanza. Colombia nuestra hermana mayor, menciono la familiaridad porque a nivel genético compartimos una historia con cultura indígena, una época colonial que dejó complejos malinchistas, dictaduras y más reciente padecemos del mismo cáncer que permea en todos los niveles, esferas y sectores. El narco.
Sin duda aquel país, al norte de Sudamérica, nos lleva años de experiencia en tratar aquel tema. Lo podemos observar a través de los personajes que describe Fernando Vallejo en “La virgen de los sicarios”. La literatura se mezcla con la realidad, o más bien, la realidad con la literatura. Aquella relación enfermiza entre el joven sicario y su viejo amante, es un reflejo de la composición en la sociedad. Una nueva generación rodeada de caos, encuentra las intenciones más viles en las personas, los brazos del crimen organizado rodean a la juventud. Se enfrenta un conflicto ideológico: ¿por qué un Dios todopoderoso permite la barbarie?, ¿En verdad merecemos el libre albedrío? La descripción del joven corrompido no es más que la desesperanza de un futuro.
El problema de la moral, planteado en las novelas de Dostoievski, es simplemente rechazado por Vallejo. Los personajes tanto en la novela colombiana como a la vuelta de nuestras calles, no presentan dicho dilema al bautizar con plomo a un ser humano. Aquella raza de superhombre, de la cual nos hablaba el literato ruso, ha nacido. La fórmula es diabólica: un mundo sin fe, un ambiente hostil y el conjunto de personas alimentando a dicho sistema. Suficiente para que un individuo renuncie a la conciencia y dedique su vida a cobrar plata por cabezas.
Por otro lado, el pasado de Colombia, envuelto en un nudo de corrupción política y social se nos refleja a través de aquel viejo que pervierte al joven sicario. Aquellos personajes representantes de una temporalidad determinada, coexisten en una comunidad adaptada a las exigencias y demandas del narco, su vida, trabajo y existencia son alimentadas por aquel cáncer. Tal vez sea una visión fatalista de ver una realidad. Sin embargo cuando los muertos por semana sobrepasan la centena es difícil ser positivos y creyentes.
México por su parte ha seguido los mismos tropiezos que su hermana nación, los errores no se aprenden en patria ajena. Superamos el índice de narcoejecutados que nos dejó el sangriento 2008, mucho más de 5 mil muertos, entre ellos escoria humana, policías, militares e inocentes. Los santitos están de moda, al parecer Dios no puede con tanta petición.

1 comentarios:

Alma Karla dijo...

Lo felicito. Para empezar porque nunca había escuchado que alguien se refiriera a Colombia como "Hermana Mayor". Usted está en lo cierto. Celebro, también, que comente la novela que leímos. Me habría encantado tener tiempo para hacer un examen oral y frente a frente hablar con todos sobre el contenido.

No sabe el agrado y el orgullo que me dio tenerlo en mis clases. Ha sido una gratísima experiencia presenciar su crecimiento.

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